En 1946 había sólo siete médicos para atender a más de 2.000 pacientes, que pasaron a ser unos 3.500 en 1955. Éstos fueron clasificados al principio en categorías mentales vergonzantes, aunque parezca hoy raro, según el lenguaje médico de entonces: un edificio acogía a los “subnormales” e “imbéciles”, otro a los “locos”…
En Pennhurst se hacinaron epilépticos, personas con problemas motores, con deformidades como microcefalia o hidrocefalia y todo tipo de enfermos mentales a los que se sometía a tratamientos extremos: desde electroshocks a baños en agua helada, pasando por celdas de aislamiento y, lo que es más estremecedor, aquellos niños que solían morder eran reprendidos mediante castigos físicos, pero si mantenían su actitud, acababan por extraerles todos los dientes.