Ahora, el Papa, Francisco para amigos y enemigos, se ha lanzado a una cruzada que está tambaleando los cimientos de esta vieja institución; pero los cimientos más férreos, que nada tienen que ver con las creencias y sí mucho con las riquezas. Que en apenas ocho meses ya haya “eliminado” al número dos –con Ratzinger hubo quien dijo que era el verdadero número uno–, el siniestro cardenal Tarcisio Bertone, de quien se aseguraba que ayudó a que Benedicto XVI tomara la decisión de marcharse; que haya soltado lindezas como que quién es él “para juzgar a los gays”; que haya creado una comisión externa y formada por laicos para parar de una vez la lavadora de dinero que se dice había en el seno del IOR –el poderoso Instituto para las Obras de Religión–, el banco Vaticano que tantos y tan suculentos titulares, muertes y tramas ha facilitado en las últimas décadas, donde incluso se decía que la primera cuenta pertenecía al jefe de la cosa nostra; su manifiesta humildad, al punto de que por Roma circula la ¿leyenda urbana? de que, como hiciera en su querido Buenos Aires, escapa de madrugada vestido de sacerdote para ayudar a los mendigos que encuentra en su camino… Esto y mucho más ha hecho de Francisco, el Papa de Roma, un hombre molesto, al que los expertos vaticanólogos ven como una diana sobre la que muchos están vertiendo todos sus odios. Porque las palabras del pontífice respecto a esa mano suave que durante tanto tiempo ha hecho que mafia e Iglesia hayan caminado juntos son muy claras; respecto a este tipo de “cristiano de doble vida que dice ‘;¡Yo soy un benefactor de la Iglesia! Meto la mano en mi bolsillo y hago donativos a la Iglesia’. Pero con la otra mano roba al Estado o a los pobres… ¡roba! Es un injusto, y eso es doble vida. Y merece –lo dice Jesús, no lo digo yo– que le aten al cuello una rueda de molino y lo echen al mar. Jesús no habla de perdón aquí”. Palabra de Dios…
Lorenzo Fernández Bueno
Añadir nuevo comentario